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17/5/10

Aventura en el Aire




El esperado día por fin llegó. Habíamos reservado el avión más nuevo de la flota: un resplandeciente Cessna Skyhawk, impecable, certificado para volar por instrumentos con lo último en radios y equipo de navegación; era el orgullo de la escuela. El costo para rentar el avión era bastante alto pero al momento el costo era inmaterial, teníamos que dar una buena impresión a las muchachas y al mismo tiempo queríamos arribar en estilo a Atlantic City.

El día se presentaba claro, húmedo y caluroso; los cálculos de peso y balance estaban dentro de los límites establecidos, aparte que, propio de nuestra juventud, estábamos en forma, en la línea y sin extra peso que considerar. De cualquier manera, queríamos levantar vuelo antes de que la temperatura ambiente subiera, para evitar los efectos de la reducida densidad en el aire y el consiguiente deterioro en la eficiencia del pequeño avión.

Se decidió que Claudio volaría la primera etapa. Una vez abordado el avión, continuamos con la lista de chequeos. En una de las pausas escuchamos la voz de Mariela (la novia de Claudio) rezando muy quedamente e invocando a todos los santos.
Después de unos segundos de reflexión, no pudimos contener la risa y los cuatro reímos como tontos por unos cuantos minutos. Sobra decir que sirvió para relajarnos un poco de la tensión por la que estábamos pasando.

Entre las muchas preocupaciones del viaje, la mayor era la de mantener la distancia adecuada con la base de la fuerza aérea, la cual se encontraba exactamente bajo nuestra ruta de vuelo. Nuestros colegas militares son bastante celosos de su espacio aéreo y se ponen insoportables cuando inadvertidamente alguien vuela sobre su sector. No solo se tornan hostiles sino que le van con el cuento a las autoridades aeronáuticas. Algo así, nos arruinaría el paseo, por consiguiente queríamos evitarlo a toda costa.

Finalmente emprendimos vuelo con destino final al aeropuerto de Bader Field, en Atlantic City. Este era sin lugar a dudas, uno de los vuelos más simples y elementales posibles. Una vez que se rodeaban los aeropuertos de Newark y la antes mencionada base aérea, volando sobre la costa se llegaba al aeropuerto sin peligro de perderlo. Estimado tiempo de vuelo 50 minutos, distancia 86 millas. Pero, naturalmente, queriendo demostrar a nuestras acompañantes nuestro profesionalismo, habilidades y conocimientos aeronáuticos, empleamos métodos de navegación y comunicación, que dejarían en pañales a los astronautas americanos.

Verificando cada cinco minutos tiempo de vuelo, calculando la velocidad con tierra, combustible, posiciones, llamadas a Flight Service para tener la información más actual del tiempo y demás tareas, llegamos por fin a nuestro destino.

Bader Field era conocido por vientos cruzados y naturalmente no podían faltar en este viaje. Claudio realizó el aterrizaje apropiadamente y desembarcamos en la terminal sin ningún contratiempo. Una vez cerrado el plan de vuelo, alquilamos un coche y emprendimos camino para la playa seguido después por un almuerzo en el casino. Al cabo de unas cuantas horas, decidimos regresar a Newark.

Cuál seria nuestro malestar cuando saliendo del casino nos encontramos con el cielo cubierto y fuertes vientos. Una llamada a operaciones confirmó que los techos habían descendido, sin embargo las condiciones para volar visualmente continuarían. Lo inquietante era el viento, ya que estaba soplando con ráfagas de 20 nudos por hora.

Con mucha consternación, y después de poner en duda la reputación de los operadores de la oficina de Flight Service por habernos asegurado un día perfecto, reuní a la tripulación y pasajeros, quienes, con mirada vaga, ojos dilatados por el estrés y con semblante alarmado, declararon colectivamente que yo, y solamente yo, era responsable por el vuelo de regreso y que la decisión final de proseguir era enteramente mía.

Con temor de un inminente motín a bordo, decidimos persistir con el vuelo de regreso y minutos más tarde nos hallábamos en el aire. Atravesando los primeros 1.000 pies encontramos mediana turbulencia pero una vez alcanzada nuestra altura de crucero el viento se calmó como por arte de magia. La visibilidad y los techos estaban, igualmente, mejor de lo pronosticado. Una vez que todo estaba en calma, tomé un minuto para observar a nuestras pasajeras relajadas, chequeando el mundo exterior por la ventanilla del avión.

El arribo a Newark fué sin mayores complicaciones. Las abnegadas heroínas que nos acompañaron, contentas y el viaje, inolvidable.

8 comentarios:

  1. ¿Tuya la historia?
    Me gusta :-)

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  2. Pilar: No, me la contaron. ;-)

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  3. Tomó la decisión correcta porque todo salió bien. Pero ¿y si no...?

    Besos

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  4. Alís: Los pilotos siempre toman las decisiones correctas. Si algo sale mal es por un problema técnico o meteorológico imprevisto.

    Besos

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  5. En caso de apuro, descendér y seguír la antigua norma IFR ( I follow roads ). Como mucho, algúna bronca por no respetár el techo minimo.

    Saludos.

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  6. Rodericus: En realidad no tuvimos necesidad de guiarnos siguiendo el camino estrictamente(I follow road). El vuelo siempre fué prácticamente en condiciones VFR (ida y vuelta) y las referencias visuales al terreno siempre las tuvimos y las conocíamos de antemano. Solo hubo un poco de viento.

    Un abrazo

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  7. Carlos Fox: Gracias Carlos, siempre encuentras el vídeo oportuno.

    Besos

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