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10/5/10

Dedos Luminosos


De la punta de tus dedos salía una luz. No puedo reproducir en mi memoria el momento exacto en que la percibí, pero allí estaba. Nítida, brillante. Te echabas atrás el pelo que te caía sobre la frente, con naturalidad.
En un impulso, te lo dije. Te dije que las puntas brillantes de tus dedos me distraían de la conversación.

Me di cuenta de que para ti no constituía una novedad.
Con un poco de reticencia al principio, y después con más fluidez, empezaste a contarme que te habían mencionado el brillo que desprendían tus dedos cuando eras muy pequeño. Y que no eran sólo tus dedos; en ocasiones era todo tu cuerpo.
Después, como restándole importancia, me pediste que volviéramos a lo nuestro.

Volvimos. Seguiste desplegando tu teoría: había un gran Dios que lo gobernaba todo, pero cada sistema solar tenía su pequeño dios en el sol central. Los planetas del nuestro estaban habitados, sólo que la técnica terrestre aún no se había desarrollado lo suficiente como para detectar vida en ellos. Sin embargo, mencionabas siempre a ese planeta con recelo. Había algo en Plutón que te incomodaba.

Mientras te oía decir todo esto, las luces de tus dedos empezaron a alargarse primero, a ensancharse después, y finalmente abarcaron toda la habitación.
Miraste el reloj, se te había hecho tarde para tu clase en la facultad, y si tenías una falta más, tu madre no te lo perdonaría.

Me diste un beso apurado, y saliste. La luz se fué contigo. Pero quedó en el ambiente un intenso aroma a rosas, que yo no había percibido cuando estabas conmigo.
¿Quién eras? Eras mi amigo, seguro. Pero también eras muchas cosas más, Dedos Luminosos. Hoy, que ya no estás, mi mente sigue, inútilmente, buscando respuestas.

2 comentarios:

  1. A la ausencia se suma la incertidumbre, las sospechas, las teorías sin respuesta... y la oscuridad.

    Interesante relato. Yo hubiese querido que esos dedos luminosos recorriesen mi cuerpo. Sólo con ánimo científico...

    Besos

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  2. Alís: Si esos dedos luminosos recorriesen tu cuerpo en la oscuridad, no haría falta que prendas la luz.
    Perderías la intimidad, aunque sea científica.

    Besos

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