Nadie tenía las manos tan grandes como Hernán.
Algunas personas creían que las había heredado de un gigante.
Otros afirmaban que eran así porque él era un atleta.
Hernán nunca fué un atleta, ni era descendiente de gigantes, ni nunca había hecho algo importante.
Sin embargo tenía esas manos tan grandes.
La gente, asombrada, abarrotada alrededor de su cadáver,
no podía dejar de mirarlas.
Me gusta mucho lo que has escrito.
ResponderEliminarEse hecho casi absurdo que llama la atención hasta al lector.
Si pudiera iría a ver al cadáver.
Y haría que te aplaudiera con sus manos gigantes.
Besos.
me encantan las manos grandes en los hombres, las manos endurecidas, manos varoniles...
ResponderEliminarY si te pegaba una hostia ¡Hostia! (con perdón)
ResponderEliminarToro Salvaje*
ResponderEliminarGracias por tu elogio.
No lo merezco... :-)
besos
Juana la Loca*:
Te encantan las manos grandes para que te aprieten y estrujen... me parece muy bien :-)
Carlos Fox*:
Menos mal que no me pegó una hostia!... :-)