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11/10/10

Paro Cardíaco



¡Paro cardíaco! ¡Atención, emergencia cardíaca!. Apliquen masaje cardíaco externo mientras yo lo entubo.
- ¡Vamos, vamos!, tenemos poco tiempo...


La voz del médico era enérgica, no denotaba ansiedad, por el contrario trasmitía seguridad y calmaba los nervios de sus ayudantes.
Se veía de lejos que sabía lo que estaba haciendo. Quizás él llevaba la procesión por dentro, pero eso se paga más tarde, cuando se está en otra década de la vida, donde la sumatoria del stress desemboca en derrames cerebrales, paros cardíacos, infartos, etc., pero hoy es un médico joven, especializado en casos agudos, bien preparado y exigente, cumpliendo la misión para la que se ha estado entrenando varios años y respetando el antiguo juramento hipocrático, aún sea a costa de su propia salud.


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- ¡Ha vuelto, ha vuelto, lo logramos! - la voz ahora denota cansancio.


Luego, siempre atento al registro del aparato, da órdenes al personal, constata que el trazo de la frecuencia cardiaca muestra normalidad, indica que retiren el respirador y la cánula traqueal. Descansa.


El rostro del joven médico está sudoroso y algo enrojecido, pero en su mirada se puede ver la satisfacción del deber cumplido, algo propio de los seres humanos, ese deseo básico de sabernos útiles.
Con gran tranquilidad pese a todos los momentos de angustia recientemente vividos, se quita la túnica empapada, acepta una toalla y se seca la frente. Luego se vuelve, mira a su paciente todavía pálido, pero ya sin ese tinte azulado de los momentos mas graves.
Entonces se retira, dejándolo rodeado por el enjambre en que se convierte el personal de la salud haciendo sus procedimientos.


Luego, aplomado, después de colocarse prolijamente la parte superior del uniforme, avanza hacia una sala donde fuma y bebe café un hombre de mediana edad, que lo está esperando. Ya le ha preparado otra taza de café para él. Entra decidido, se cuadra, hace el saludo militar mirando hacia el frente y trasmite:


- Mi Coronel, hemos estabilizado al sujeto, si usted lo dispone,  ya se puede continuar con el interrogatorio.

5 comentarios:

  1. Era un obscuro dia de 1.984, y todo estaba bajo contról, contról, contról.......
    El prisionero, al recobrár la consciencia, confesó con lágrimas en los ojos, que AMABA al Gran Hermano.

    Salúdos guapisima.

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  2. Que bueno.
    No sea que se les muera y no puedan obtener la información.
    Médico militar es como músico militar no?

    Besos.

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  3. Menos mal que respetaba el juramento hipocrático...
    Creo que este doctorcito se merece todas esas consecuencias del estrés acumulado.

    Muy buen relato, Lucrecia

    Besos

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  4. Rodericus*:

    El prisionero al recobrar la conciencia, le dijo al doctor: "Gracias, Doc, me puedo ir a casa?"

    Saludos

    Toro Salvaje*:

    Tengo un vecino que tocaba la flauta en la banda del ejército. Como pasó a retiro, ahora toca la flauta de un amigo...;-)

    Besos

    Carlos Fox*:

    And he said: Goes my heart and go home Doc !

    Un beso

    Mar*:

    Que parte no entendiste?
    La del paro cardíaco o la del Coronel ? ;-)

    Alís*:

    El doctor respetó su juramento hipocrático, pues le salvó la vida. El problema es que después se puso el uniforme militar y respetó al Coronel... ;-)

    Besos

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