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8/9/10

Un Día En La Playa


Lorenzo llegó a la playa antes que cualquier turista. Era la primera vez que iba a ver el mar y la ocasión merecía madrugar. Llevaba mucho tiempo esperando, ahorrando y varias horas viajando en bus desde su pueblo hasta la costa. Le habían contado que el viaje era maravilloso, que allí se podía sentir la grandeza de la tierra. Pero él, en el fondo, solo quería paz, silencio y más paz.

A los dos minutos de llegar, sintió la mano de un niño que le halaba el bañador. ¿El señor quiere una carpa? - Le tengo una con asiento para que se relaje y asolearse -.

Tan pronto Lorenzo aceptó, el niño le acercó una cerveza helada. Cuando se metió la mano en el bolsillo, el niño negó amablemente con la cabeza. Tranquilo señor, al final del día arreglamos, usted pida no más, aquí estamos para servirle.

No se había tomado el primer sorbo, cuando una mujer negra y alta se le paró al frente, eclipsándole el intenso sol que ya comenzaba a hacer efecto sobre su blanca piel.
¿Un masaje, señor?, y sin más se sentó a los pies de Lorenzo, cogió una crema verde, se la untó en las manos y le haló a la fuerza un pié sacándolo de la silla.
- Un momento -, le dijo Lorenzo con algo de temor, -no quiero, no me apetece-.
La mujer lo miró extrañada, pero luego le sonrió exhibiendo unos enormes dientes blancos como las perlas que hacían contraste con su piel negra como el carbón.

—La prueba no más. Si no le gusta, se lo dejo gratis—, y con esas palabras le hundió con toda la fuerza los pulgares en la planta del pié, presionando puntos que le hacían sentir una súbita aceleracón andrógena, algo cercano a un pequeño orgasmo.
El se estremeció un poco al sentir una mezcla vergonzosa de pudor y felicidad.
Se sentía violado por una mujer negra en plena playa, y observado por otros turistas. Era tan intenso el placer, que terminó volteando por completo los ojos y esbozando una sonrisa tonta y lejana.

Media hora después, cuando volvió en sí, Lorenzo se sentía como en un salón de estética masculina playero: en cada extremidad de su cuerpo tenía a alguien haciéndole algo. En un pié, una mujer, le hacía el pedicure, en el otro Rosario, otra joven, le limaba las durezas, en una mano un hombre delgado le ponía pulseras de coral mientras le exhibía otras decenas de collares que llevaba colgados. En la otra mano Conchita le limaba las uñas. A un lado de la cabeza, Juliana le halaba mechones del pelo para hacerle trenzas y al otro lado un muchacho le mostraba acuarelas de la ciudad antigua.

Lorenzo había llegado esa mañana a la playa buscando paz. Pero su personalidad tímida, típica del hombre provinciano, no lo había dejado decir no a nada. Por la tarde tenía gafas nuevas porque lo habían convencido de que eran las que estaban de moda. Tenía una foto en el mar al lado de todos los vendedores, un avioncito de corcho que volaba con el viento, dos kilos de bayas tibetanas para la vitalidad sexual, una camiseta que decía "El que viene a Málaga, se la lleva en el corazón", tres pulseras con los colores de la bandera y un búho en coral en vías de extinción y crema de concha de nácar. Una vidente le había leído la mano, un astrólogo, la carta astral y se había tomado 12 cervezas heladas.

Cuando metió la mano en el bolsillo para pagar la carpa y las cervezas al final de la tarde, se dió cuenta de que había gastado los últimos veinte euros que le quedaban. En ese momento algo extraño sucedió: todos los vendedores desaparecieron como por arte de magia. Era como si olieran el dinero, porque ahora que no había ni un duro, nadie le ofrecía nada. Por fin había silencio. La playa volvió a estar sola. Caminó hacia la orilla, miró al horizonte y cuando estaba en el momento más mágico de todo el día, se dió cuenta de que al final no pudo ver el mar.

6 comentarios:

  1. Supongo que ir en verano a segùn qué playas para buscar paz es una locura.
    Recuerdo los tiempos en que lo único que se oía era eso de "a la rica patata frita..."

    Besos

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  2. ¡ Ah!, ¿era Málaga?. Porque ese "zoologico" que has descrito, aquí pulúla por la playa de la Barceloneta. Esos y algún chorizo experto en carteras y bolsos ajenos y solitarios. El otro dia "limpiaron" a todo un autocár de japoneses.

    Un saludo guapa.

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  3. Anónimo9:53 p. m.

    Por eso, Lucre, es mejor quedarse en Madrid: ¡Porque NO HAY PLAYA!

    Reciba un foxi-abrazo.

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  4. Alís*, Rodericus*, Carlos Fox* :

    Para pasarla bien en las playas españolas, tenéis que montar un chiringuito y vender tapas y birra fría y en los ratos libres podéis también asolearlos un poco !

    Un beso playero a los tres

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  5. Por los comentarios que leo, mejor me quedo tomando sol en mi jardín.
    Lo que al principio leí pensando que era el Paraíso no lo era para na.
    Besos para ti y bueno para Lorenzo también que no esta nada de mal.
    :)
    mar

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  6. Mar*:

    Las playas españolas son muy buenas. El problema es que durante el día hay demasiado sol y turistas. Si vas de noche, (por ejemplo con Lorenzo) habrá mas tranquilidad y la pasarás mucho mejor a la luz de la luna.
    ;-)

    Besos playeros

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