Pablito se enamora en el parque (VIII)

Las nubes se arremolinaban grises sobre grises y Pablito caminaba por el parque, gris también.
Ella respiraba serena, sentada en una banca. El ya la había visto en la calle. Sus vidas se habían cruzado de nuevo.
Pero Pablito conoce las reglas. Los desconocidos no se hablan para compartir cosas profundas, se sientan lo más lejos posible el uno del otro y se miran solo por fracciones de segundo.
El cabello de ella caía casi cubriéndole el rostro. Evidentemente no quiere hablar con nadie, pensaba Pablito, cuando se sentó en el otro extremo de la banca.
........
En su imaginación Pablito le habla.
-Hola!- , dice él. Ella contesta: Hola!...
-Te he visto antes..., -le dice-.  Caminando, siempre mirándote los pies, pensando tal vez, mirando apenas lo necesario a los demás tras tus mechones de cabello. Siempre con ropa abrigada, ocultando tu tenue figura o tal vez protegiéndola de ser llevada por el viento como papel.
-Quiero que seamos amigos... -dice Pablito-. Ella sonríe, se acerca y se recarga en su hombro.
Juntos, iguales,  ya no enfrentarán el mundo solos.
Ella gira la cabeza, se miran a los ojos un poco más de una fracción de segundo.
Pablito se voltea,  pero se arrepiente y vuelve hacia ella. Ahora ella mira hacía otro lado.
........
-Hola! -dice la voz de Pablito-,  casi en contra de su voluntad.
Ella se queda muy quieta, muy callada, se levanta.
Pablito le ve las nalgas insinuadas bajo el abrigo. Ella se aleja. Sus pasos suenan como si no hubiera nada más en el mundo y van desapareciendo rumorosos.
Pablito mira al cielo gris.
La chica,  caminando,  a la distancia,  se quita sus pequeños auriculares a todo volumen.