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17/4/10

Almas Solitarias


Aquel pequeño local se había convertido en su cobijo cada noche, en un pequeño templo de sus soledades. Sólo siete mesas, un ambiente oscuro, y pequeñas velas de débil llama reinaban aquel santuario de las almas perdidas entre los jirones aterciopelados y, al fondo, iluminado por un foco de escasa potencia, un pequeño escenario con un viejo micrófono, testigo de voces ausentes y de letras que callaban mucho mas de lo que osaban decir.

Cada noche se fundía allí, con otros ojos azulados que en realidad no sabían qué buscaban, pero que vivían con la esperanza de poder llegar a encontrar. Invocadores de sueños y guerreros de causas perdidas. Pero ella, cada noche,
sin excepción, se adueñaba del rincón más oscuro de aquel local, con un cigarro teñido de carmín púrpura entre los labios y un vaso medio vacío de licor.
Hacía tiempo que había decidido teñir su vida de colores oscuros que le permitieran moverse entre la piel de la noche sin ser vista, sin levantar sospechas, pero insinuándose ferozmente tras las cortinas de luz de luna que desdibujaban su silueta.
Esa noche parecía que iba a ser como todas las demás. Otra de esas voces la acompañaría mientras bebía su licor y fumaba su cigarro. Pero en una de las mesas que cada noche estaba vacía se sentaba un hombre oscuro, misterioso, que osó retarla en un duelo de miradas.

Él ya se había fijado en ella con anterioridad, aunque estaba seguro de que no sucedía así a la inversa, porque siempre había procurado mantenerse oculto. En realidad le fascinaba, le producía excitación la forma de su nariz y la caída ligeramente oblicua de sus cejas.
Varias noches, al volver a casa, había pensado en ella y se había estado imaginando cada curva de su cuerpo oculto bajo esa ropa eternamente oscura. Aquella vez, por fin, se había decidido a acercarse más, a sentarse en una mesa a pocos metros, con la esperanza de una posible conversación para comenzar.
Su necesidad sexual había vencido finalmente a su timidez. Pero claro, ese era otro asunto; aquella chica tenía aspecto de no buscar nada en especial. O muy al contrario, de buscarlo todo. Parecía del tipo intelectual. Por esa parte no tendría problemas en sostener largas e interesantes conversaciones con ella. Pero no debía perder de vista el objetivo final, que no era otro que llevársela a la cama.
Debía andar ojo avizor por si a su lado más sentimental le daba por enamorarse, cosa que no le apetecía en absoluto en ese momento de su vida.
Aunque inconscientemente sabía que le hacía falta dejar a un lado su soledad, que ya llevaba varios años así, pero no quería reconocerlo. Sexo y nada más. Una o dos noches y a otro bar. Lo malo era que las mujeres interesantes eran las únicas que le podían hacer enamorarse de veras. Y si pese a todo acababa sucumbiendo ?

Lo mejor sería abandonar el local llegados a ese punto. Pero ella le estaba mirando ahora... Fumaba un cigarrillo de un modo tan sensual...
Sabía de muchos otros sitios en los que podría ligar con chicas
rematadamente idiotas, pero mas sexuales. Menos complicación. Igual placer. Igual sensación de vacío al final.
Se levantó mirando el reloj a modo de excusa. Apuró su copa y comenzó a andar con la intención de dirigirse a la puerta, pero en lugar de eso, sus pasos le llevaban directamente a ella.

La mujer miró sorprendida como él se sentaba en su misma mesa, y apagó su cigarro con un gesto casi imperceptible. Era la primera vez que le tenía tan cerca, aunque no era la primera vez que reparaba en él. Le llamaron la atención sus manos, una noche, mientras desde lejos le vió beberse una copa en la mesa más alejada de la suya. Le miró con ansia, con un ansia desconocida que nunca antes había sentido.
Y le pareció que él le devolvía esa mirada...
Él la abrazó restregándose contra ella y comenzó a susurrarle palabras al oído. Aparentemente eso le gustaba a la mujer, porque gemía entrecortadamente mientras sonreía con los ojos cerrados.
El vicio tiene muchos disfraces, -pensó él- y uno de ellos es la virtud. No hay mujer más fogosa que una intelectual liberada de prejuicios.

Ella se levantó antes que él, y sin dejar de mirarle a los ojos se
acercó lentamente. Parecía cansada, pero se contoneaba tan
sensualmente como al comienzo de la noche. Estaba despeinada, el carmín había desaparecido de sus labios. Cuando estuvo delante de él se inclinó ante su rostro, y le acarició juguetonamente la nariz. E, inesperadamente, le besó, y rompió a correr en medio de las laberínticas calles oscuras.

Él intentó seguirla, pero no pertenecía a la noche. Simplemente la perdió. Su ropa negra se fundió con las sombras de la noche, y la oscuridad le ponía obstáculos a su carrera hacia algo que en realidad desconocía. Respiraba con dificultad, apoyado en una esquina sucia y solitaria, consciente de que no la volvería a ver a menos que ella se mostrara. Se sentó en la acera, derrotado, mientras pensaba en cada gesto, en cada mirada, en cada suspiro.

Y ella, dos calles más allá, se preguntaba por qué había huído.

7 comentarios:

  1. Lucrecia..no pngo en duda que te amilanes con mis relatos..la ida de tu familia fue una conspiración de principio a fin.
    Mis respetos.
    Morgana...reina y hechicera

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  2. Morgana: Gracias por pasar. La próxima vez te pediré algún hechizo. salu2

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  3. A veces ni nosotros entendemos nuestras reacciones pero por algo será, alguna fuerza interna...

    Un abrazo!

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  4. Mar: A veces nuestras reacciones imprevistas dan mejor resultado que las acciones muy pensadas.Bss

    Carlos Fox : Esta vez me sorprendiste con este buen tema de Frankie . Me gustó ! Bss

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  5. Feliz cumpleaños!!! Si eres del 19 de abril ya tienes muchos puntos a tu favor.
    Pasé rápido a felicitarte, luego volveré con más tiempo para leerte (ando tan retrasada que no sé por dónde empezar).
    Besitos!!

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  6. Alis: Sí hoy 19 de abril es mi cumpleaños.
    Gracias Alís. Besitos !

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