Restaurante 5 estrellas. Lugar: la cocina.
La cucaracha vio la mano del cocinero que caía sobre ella, demasiado tarde para escapar corriendo. Sin embargo, para las cucharachas el tiempo transcurre con extrema lentitud, así que aún pudo analizar otras formas de salvarse.
Primero pensó en razonar con la mano. Pero la mano no actuaba por su cuenta.
Encima de ella había un antebrazo, un codo, un brazo, un hombro, todos en la tarea de enviar la mano a aplastarla.
Entonces pensó en razonar con el cerebro que supervisaba la acción.
Pero en el cerebro del cocinero sólo habría prejuicios (”toda cucaracha debe morir”).
Y un cerebro humano sería demasiado lento para cambiar de actitud.
Finalmente pensó en un Dios que pudiera detener al cocinero. La cucaracha no estaba segura de que hubiera un Dios, pero en momentos tan críticos, la sola posibilidad de
Su existencia merecía ser explorada.
......
Se dispuso a iniciar una oración. Pero antes de llegar a ese paso definitivo, al Paso Trascendental, había perdido demasiado tiempo en la tarea burocrática de detenerse en cada punto intermedio. El razonamiento limitado y estrictamente secuencial que la había llevado a comprender que la mano obedecía a otros músculos, que obedecían a un cerebro, que obedecía a algo superior, le había quitado cada centésima de segundo disponible. Así, antes de que lograra siquiera encaminar sus pensamientos a ese Dios Eventual, ese Dios que de existir tal vez habría podido salvarla, ese Dios que, por otra parte, en caso de haber estado a priori dispuesto a salvarla, quizá la hubiera dotado de otro estilo de pensamiento. Antes de todo eso, la mano terminó su recorrido con un chasquido húmedo. Pero antes del último antes, ella había tomado una drástica y tardía decisión: "nunca mas vendré a este restaurante"...
Por la mañana, Luis escribía palabras que a la noche eran reiteradas por la voz de una mujer que lo visitaba en el sueño. Y solo era la voz la que merodeaba en su almohada, nunca la mujer que hablaba.
De tanto buscarla dormido, una vez quedó atrapado en algún sueño, en su propio mundo, perdido, desde donde ahora escucha por siempre la punta de un lápiz que escribe en una hoja, durante el día, palabras que a la noche habrá de decirlas él mismo al oído de una mujer, totalmente desconocida, que duerme y sueña también con hallar a ese que por las noches le habla.
Gabriel creyó reconocer a una antigua amante al otro lado de la transitada calle. Cuando el tráfico le permitió cruzar enfrente, la había perdido de vista entre el gentío.
Fue presuroso hacia el lugar donde la había visto y desde allí volvió a identificar su figura varios metros mas adelante.
Cuando ya la alcanzaba, intentó llamarla, pero entonces se percató que había olvidado su nombre.
Dudó un instante y luego decidió que ya era en vano un reencuentro...
Pasaron dos horas desde que César se había sentado en la cama a esperar el llamado. Ciento veinte minutos de incertidumbre y desesperación.
Se levantó y encendió un cigarrillo. Cuando dió la primera pitada, recordó sin remordimiento, que había terminado con dos años de abstinencia al tabaco.
La poca calma que había logrado obtener, se fué consumiendo conforme el cigarrillo se iba transformando en cenizas. Levantó el teléfono para constatar que tenía tono. Y tenía.
Se sentó nuevamente y trató de pensar en otra cosa. Un recuerdo feliz quizás ayudara, pero su mente solo tenía lugar para el llamado inminente. Comenzó a mover los pies a un ritmo cada vez más veloz. Prendió otro cigarrillo y sus pies se tranquilizaron un poco.
Las colillas fueron poblando el singular cenicero de bronce, regalo de aniversario, hasta llegar a la decena. Sobre la mesita, el encendedor rojo se reflejaba en el portarretratos. Cincuenta monótonos minutos más pasaron sin novedad. El teléfono seguía teniendo tono y él, cada vez menos paciencia.
Una pistola Colt 1911 A1 negra, pasó a ocupar el lugar del cenicero de bronce.
........
Miró el reloj y marcaba las doce en punto. Cerró los ojos. Un segundo después sonó un disparo. Dos segundos después, el teléfono inundó el silencio de la pequeña habitación con su chirriante sonido...
Ese domingo en el parque, la gitana le leyó las manos y le dijo a Miguel, que tendría una corta vida, pero a cambio, llena de romances y aventuras.
Hoy Miguel celebra feliz y orgulloso sus setenta y ocho años.
Nunca se enamoró ni tuvo aventura alguna.
El sabe que ha derrotado al destino...
La piel es nuestro escudo o nuestra protección. Es la frontera entre nosotros y los demás.
Podemos cambiar la piel ahora en primavera, durante el tiempo de la ilusión.
Al mudar de piel vuelves a sentir, te izas como vela.
La cambiamos por desgaste de la anterior, por necesidad vital.
Cambiar la piel, presupone hacer un cambio subjetivo. Abandonar una conducta, una creencia... Desprenderse de aquello que nos ataba a un sufrimiento, que es innecesario una vez resuelto. No significa cambiar nuestra esencia, dejar de ser una misma.
Es podar las ramas viejas. No arrancar el árbol, pero plantar uno nuevo. Quedamos expuestas a nosotras mismas y nos permitimos mostrarnos. La piel nueva es todavía vulnerable, no está probada. Todavía perduran nuestros viejos hábitos apegados a la seguridad de lo conocido.
Según el horóscopo chino estamos en el año de la serpiente. Yo soy serpiente.
La muda es un período de cambio para la serpiente, es señal de crecimiento debido a un buen metabolismo y salud. La serpiente suele hacer de un solo golpe el cambio, dejándola atrás como si diéramos la vuelta a un calcetín.
La muda es algo vital para ella y es un factor rítmico en su vida.
Renovarse o morir, algunos dicen que de eso se trata muchas veces. Aunque no sé si sólo vale con cambiar de piel o además hay que cambiar algunas cosas mas para renovarse...
La piel será nuestra alma que hay que renovar para seguir creciendo y desprendernos de ese pesado pasado que nos pone lentos por la carga de recuerdos y culpas.
Ricardo, el médico, conocía a Laura desde hacía diez años y comentaban las vecinas,
que la había cortejado sin llegar a nada importante. Sólo miradas, sonrisas y algún coqueteo simple. Pero por ese juego elemental, ella había alimentado la esperanza en el momento en que él dijera algo más y no sólo se remitiera a recetar un medicamento o ponerle un termómetro bajo su axila para controlar la temperatura. Por eso, cuando lo llamaba para que la atendiera, se hacía traer a la habitación el pequeño mueble de la biblioteca y ordenaba que perfumaran los muebles, abrillantaran el piso y abrieran las ventanas.
Y pedía a sus padres que se vistieran como para una fiesta y permanecieran detrás de ella como para una foto. Pero el médico no decía nada de amores ni de que necesitaba una mujer y con el tiempo y las visitas, los padres murieron esperando a que él les pidiera la mano de su hija, lo que debió ser pecado, porque el padre rabiaba en esta espera y a la madre le dolían la cabeza y las piernas.
Laura, entonces, se vengó de él. Nunca mas le prestó un libro...
-Esa mujer vestida de azul que sonríe desde la ventana del autobús, es parecida a la doctora Marisol Gutiérrez -le dijo.
-No es posible, -le respondió, pues en Madrid, ella no suele viajar en autobús. Viaja en taxi. Y ésa mujer de azul del autobús, en nada se parece a
la doctora Gutiérrez.
-Al contrario, es la doctora Gutiérrez quien se parece a la mujer del bus. Además, no solo no viaja en bus la doctora, sino que nunca la he visto.
Ni en una foto. ..
-Usted coincide conmigo, porque tampoco yo conozco
a la doctora Gutiérrez.
-¿Quién es usted?... Deberíamos presentarnos.
- Yo soy la doctora Gutiérrez... ¿Y usted?...