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27/2/14

el vino



Ayer mientras saboreaba un exquisito vino francés, pensaba:
El vino con sus encantos, supo inspirar en su historia a pintores, escultores y poetas…
Triste estará el corazón del hombre que hoy solo inspira críticas.
Ningún vino es la gran cosa si el que lo bebe no pone de su parte un poco de sensibilidad, fantasía, emoción, amistad y buen gusto... y hace de todo ello un momento inolvidable.
El vino tiene mensajes, el hombre crítica,  el vino tiene complejidad, los hombres complejos.
El vino hace lo que el hombre no puede hacer, unir a los hombres.
El vino moderado es salud para el cuerpo y alegría para el alma.
Si alguna vez existió un vino perfecto, debió ser el que Jesús convirtió en las bodas de Canaan. Que pena que no sabremos si era Cabernet, Malbec, joven, crianza o reserva, o si tenia barrica francesa o americana, pero seguro fue el único vino perfecto.
El vino se parece al hombre: nunca se sabe hasta qué punto se le puede apreciar o despreciar, amar u odiar, ni cuantos actos sublimes o crímenes monstruosos es capaz de realizar. No seamos, entonces, más crueles con él que con nosotros mismos y tratémosle como a un igual.
La comida es la parte material de la alimentación, pero el vino es la parte espiritual de nuestro alimento.
Si los amantes del vino y del amor van al infierno, vacío debe estar el paraíso.
Una mujer y un vaso de vino curan todo mal, y el que no bebe y no besa, está peor que muerto.


24/2/14

reflexiones perrunas




No creo que la amistad entre el hombre y el perro fuera duradera si la 
carne del perro fuera comestible.
El perro sabe, pero no sabe que sabe...
Si recoges un perro hambriento de la calle y lo haces próspero, no te 
morderá. Esa es la principal diferencia entre un perro y un hombre. 
La razón por la cual los perros tienen tantos amigos, es porque mueven sus colas en lugar de sus lenguas.
Si un perro no viene a tí después de mirarte la cara, es mejor que regreses a tu casa y examines tu conciencia. 

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19/2/14

suicidio



Marisa nunca había tenido una pecera en su casa. Hasta que, una vez, la sorprendieron con un lindo pececito, rojo y amarillo. Se lo trajeron de regalo de cumpleaños y lo había puesto en una pecera chica, en el balcón del sexto piso.  Luego de una breve reunión familiar, se decidió llamarlo Felipe. 
Su madre y la tía Rosa, lo visitaban todos los días y lo miraban y le hablaban con admiración. Lo ubicaron junto a una ventana cuyo vidrio era esmerilado, así que el pobre ni siquiera llegaba a tener vista al apartamento de enfrente.
No se quejaba, ni parecía advertir su lamentable suerte. 
Al contrario, se lo veía tranquilo, nadando como si nada. No flotaba ni lucía cansado. Su naturaleza lo hacía moverse mecánicamente.
Ese día, mientras la tía Rosa,  estaba cambiando el agua de la pecera y la ventana estaba abierta, y le estaba dando la receta del brócoli a la crema a la vecina de enfrente ... entonces Felipe, en un descuido, quizá cansado de su solitaria y estrecha vida, se suicidó...

15/2/14

aceituna asesina




El mes pasado,  una noche, mientras estaba dando las instrucciones para aterrizar a un avión de Wizz Air,sorpresivamente, me tragué el hueso de una aceituna abequina que estaba comiendo, lo que casi me provoca un paro cardíaco,siendo salvada por un compañero, quien me transladó rápidamente al servicio médico del aeropuerto, donde me extrajeron el hueso. Ahora estoy en mi casa reponiéndome del susto y en breve continuaré publicando mis posts y haciendo mis comentarios en sus excelentes blogs.


Abrazos y besos a tod@s

20/1/14

el tren


Hacía muchos años que por aquellas vías no circulaba el ferrocarril. 
Ignorando tal ausencia, la gente del pueblo seguía acudiendo a la estación, cargados 
de maletas e ilusiones, esperando en vano durante horas o días, hasta que el hastío y la necesidad les hacían volver a sus casas, avergonzados de si mismos por su infantil esperanza. 
Un día, la gente del pueblo asumió la realidad y se armaron de picos y palas para 
derribar la estación.
Esa noche, todos se volvieron locos y festejaron y bailaron sobre los escombros y los rieles retorcidos. Luego, mientras el alcalde leía un discurso, oyeron acercarse el tren...

13/1/14

encuentros


Anacleto entra a un bar en el barrio La Latina. 
Apenas atraviesa el umbral, una mujer de papel lo coge del brazo y avanzan. A medida que avanzan en la profundidad del lugar, la mujer va ganando en volumen y realismo. 
Ahora es muy bella y tiene su cuerpo lleno de inscripciones hechas con un bolígrafo rojo, aparentemente por los clientes anteriores. 
Le pregunta su nombre, pero la mujer no le responde. Por fin llegan a una mesa y Anacleto se sienta. 
Observa, espera. Todo sucede de una manera muy extraña. El tiempo y las acciones se suceden a un ritmo ciclotímico e irreal.
El lugar esta iluminado por unas luces tenues que riegan sombras sobre las figuras difusas. 
Anacleto ha llegado hasta este sitio impulsado por una fuerza tan injustificable como la que estimula su accionar. Dentro de la quietud del salón, algo le sugiere que todo está en movimiento. Lo sobresalta el sonido de un silla a su lado y se sienta una larga barba. Pocos segundos después, llega su dueño y ocupa el mismo lugar. Este es un ser más bien parco y cargado de nostalgia. Por su luminosidad parece de otro mundo posible. El hombre se disculpa y argumenta que ha quedado en encontrarse con el mismo a esa misma hora en aquel lugar y señala el espejo. Su rostro sugiere que hace rato espera el encuentro. El bar tiene distintos entretenimientos para sus clientes. Una bailarina hindú, que danza sin cesar descalza entre las mesas, un ventrílocuo mudo y prostitutas rusas, que al contacto con un hombre se transforman en palomas. 
De pronto,  todo el lugar se ilumina de un color azul brillante y enceguecedor y Anacleto, la mujer de papel, el hombre de la barba larga, el espejo, las sombras, el ventrílocuo, las prostitutas, y la propia bailarina, desaparecen al mismo tiempo... 
Excepto dos palomas blancas... y un gato pelirrojo escondido debajo de una mesa.

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лукреция   

8/1/14

almuerzo





A Rodrigo lo habían invitado para un acto en el zoo. Con gran ilusión se presentó a la hora indicada, pues desde que era niño no había vuelto a visitarlo. 
Al entrar, le indicaron el lugar asignado, sobre un plano. Localizó la puerta de acceso y se extrañó de ver el interior tan oscuro. Se trataría, supuso, de algún acuario, o de animales de hábitos nocturnos. Siguió por el pasillo, abrió la puerta del fondo, y cuando se cerró tras de sí, vio por fin las rejas, y la gente al otro lado, riéndose y arrojándole maníes. 
Rodrigo no llegó a comprender, que era el invitado de excepción de los días lunes, cuando permiten entrar al público, para ver comer al tigre.

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лукреция