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29/5/10

La Otra


De pronto era tener el pasado frente a mí. No estaba preparada. Sabes que siempre evité la mentira, y en esos nuestros juegos, porque eran juegos en los que me ponías a prueba y sonreías, y en tus ojos se instalaba una chispa de gracia, y yo no podía, trataba te lo juro, pero no podía. Por más blanca que fuera, por más piadosa, mentir me sacaba del orden, y tú sabías cómo hacerlo; simplemente mentías.

Ahora estoy como esta calle, vieja y vacía y no giré para mirarte porque hay cosas que no valen la pena. Ya no me queda tiempo.
Abrí la puerta, la llave temblaba en mis manos. Sabía que seguías mirándome, que no te bastó con mis palabras, que cuando dijiste mi nombre y yo miré tus ojos algo del ayer se hizo presente. Soy yo, Carlos, repetías.

Y te dejé decir, explicar, sin dejar de mirarte, y dijiste mi nombre, claro que dijiste mi nombre; y lo negué, no podía decirte que era cierto, que después de tantos años, era yo esa que tú creías haber reconocido.

Supe por los diarios que el maestro había regresado, pero sabes, el pasado es algo que no vuelve. Lo vi en tus ojos, en tu pelo ralo, en tu paso incierto.
Yo ya no escribo, perdí las ganas, perdí la juventud, perdí a Julio tu gran amigo; hace menos de un mes que ha muerto. Y ahora que con las luces apagadas pegada al cristal te sigo mirando, quieto, bajo el farol de la calle, sin moverte, no te puedo decir que a pesar que la vida ha transcurrido separados, siempre estuviste entre nosotros.

Miré tus manos, esas que corrían sobre las teclas del piano como por mi piel desnuda, esas que te hicieron famoso, esas que se quedaron con todo lo que alguna vez fué importante.
Pero tengo que decir que no mentí. Yo nunca miento y tú lo sabes. No era yo con la que te cruzaste en la calle. Yo me quedé contigo en el muelle al otro lado del océano, esa tarde cuando nos separamos.

24/5/10

El Acompañante


Intensos relámpagos iluminaban el perfilado contorno del pequeño avión mientras surcaba, cual rabiosa saeta, el tormentoso firmamento nocturno. En ese instante el piloto apagó el motor, el cual se retrajo e introdujo en el fuselaje. Así, el delgado pájaro blanco de alas interminables se convirtió en un ingrávido planeador apto para deslizarse sin ruido ni esfuerzo y capaz, por tanto, de proveer a su piloto una sensación de paz inenarrable. Pero hoy era justamente lo contrario a la placidez lo que caracterizaba al momento que vivía la pequeña aeronave, sometida a tan intensa furia elemental. Sin embargo, el hombre no sentía miedo alguno pues su tempestad interna, espiritual, era quizá superior a la de la naturaleza. Y si bien casi nunca volaba de noche ni lo hacía bajo condiciones meteorológicas adversas, esta noche había decidido despegar su sofisticado y pequeño avión en plena tormenta (bajo condiciones que, más que desaconsejables, eran prácticamente suicidas), con cabal conciencia del riesgo que ello entrañaba. Pero no sabía muy bien por qué volaba: dolor, enojo, un rapto de locura, una búsqueda de respuestas, un mero impulso suicida o una mezcla de todo ello.

Hacía tiempo que los deportes extremos constituían una de las pocas actividades que parecían dar placer y color a la vida de este hombre, gerente principal de la casa central de una importante empresa multinacional, un hombre poderoso, inteligente y refinado que llevaba una vida materialista y gris en lo humano. Pero esta vez no lo había sentado a la cabina de su aeronave una búsqueda de adrenalina, placer y belleza, sino el furibundo impulso que experimentó luego de que la voz en el teléfono le informara la devastadora noticia de que su mejor amigo, que también era su empleado en la empresa, se había arrojado al vacío desde el edificio de ésta. La estadística, tantas veces frío refugio de impunidad, declaraba que la tasa de suicidios entre los empleados de las sucursales de los distintos puntos del globo había aumentado sensiblemente ante los despidos y reubicaciones de personal debidos a la crisis financiera global. Pero esta vez, ello no importaba. ¿Qué importaba hoy que él en un principio se hubiera opuesto fuertemente a darle la orden de traslado al extranjero si al final había terminado cediendo ante el mandato recibido por el Directorio de “él o tú”? ¿Qué importaba que jamás hubiera imaginado que su decisión promovería un desenlace tan terrible para su amigo?

Por largos instantes el planeador debió sortear el frente de tormenta bajo considerable turbulencia y baja visibilidad, por lo cual el piloto no se percató del hecho de que se estaba aproximando peligrosamente a una formación nubosa muy peculiar que se extendía a poca distancia más adelante. Densas nubes de enorme desarrollo vertical (elevándose por algunos kilómetros) se le aparecieron entonces repentinamente. Sabedor del enorme peligro de enfrentarlas, el piloto intentó evadirlas, pero el ancho de la formación nubosa y su proximidad hicieron estéril su maniobra. De tal modo, consciente de lo que le esperaba de acuerdo a relatos y fábulas comunes entre los pilotos, el hombre se dispuso a ser devorado por las enormes fauces de ese titánico monstruo natural. Y ahora sí, por un instante, sintió miedo. Pero ¿qué valor tenía su vida ahora? Preso del dolor, quería morir. O más bien, deseaba no haber nacido (sentía que el mundo hubiera sido un lugar mejor sin su presencia). -¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué vivir sin un sentido, sin un motor verdadero, lastimándose vanamente como un planeador en la tormenta? -gritaba febrilmente mientras se adentraba en la voraz espesura. Pues su vuelo había sido también un modo de preguntar. Y, si había alguien en las alturas, esperaba su respuesta. Mientras tanto, la aeronave, que viraba y saltaba enloquecida, era ya completamente inmanejable aún con el motor encendido. Entonces, tremendas fuerzas arrancaron sus alas como si se tratara de un frágil insecto. Luego de ser llevado caprichosamente en las más disímiles direcciones y habiéndose adentrado al corazón del monstruo meteorológico, el maltrecho aparato se vio elevado a una enorme altitud, pasando primero por zonas de lluvia y granizo.

Estaba a punto de perder el conocimiento a causa del frío extremo y la escasez de oxigeno cuando la brutal corriente terminó por sacarlo abruptamente del cúmulo con lo que quedaba de su destrozado avión. Inmediatamente fuera del infierno y en la efímera pero aparentemente eterna quietud del punto de máximo ascenso de su involuntaria trayectoria, justo antes de la inexorable caída, los ojos entreabiertos del hombre se enfrentaron de golpe con una visión de suprema belleza: la del sublime firmamento nocturno, límpido y salpicado de estrellas de plata. Ante tal paz celestial, su mente pareció clarificarse y lo retrotrajo a los tan olvidados días de su niñez, cuando contemplaba las estrellas extasiado, maravillado. Cuando en una profunda humildad ante la inconmensurabilidad del cosmos, era imposible quitar sus ojos de dicha visión y resistirse a la cautivante sensación de amor que lo embargaba. -¡Qué lejos estoy de ese niño que alguna vez fuí, de ese niño tan maravilloso que amaba al mundo a cada paso! ¿Cómo pude olvidarme de él? ¡Qué distinto hubiera sido todo si no lo hubiera hecho! -pensó con enorme intensidad y lágrimas en los ojos, para agregar, paladeando el escaso aire que encontraba mientras, a la espera de la muerte, sus ojos se cerraban por el desvanecimiento:- ¡Con toda mi alma desearía no haberlo perdido por el camino!

Recobrando la conciencia, sus ojos se abrieron ahora pausadamente para, con calmo asombro, descubrir que yacía sobre un verde, pacífico y solitario prado. Sólo había una persona, quien estaba a su lado: un hombre mayor vestido simplemente con una larga túnica blanca, que lo observaba. El hombre tenía una apariencia bastante común, pero había algo extraño en él. Imperceptiblemente a la vista, pero de un modo contundente al alma, su figura irradiaba paz y belleza. Había cierto dejo de perfección en sus gestos, en sus movimientos, que le confería un evidente matiz sobrenatural, celestial.
-¿Dónde estoy? ¿He muerto? ¿Es esto el Cielo? Pues si es así, no creo merecerlo -inquirió él.
-Demasiadas preguntas. Y a las que no estoy autorizado a responder completamente por ahora -contestó el otro-. Fue tu último deseo antes de morir, ese deseo de tamaña intensidad, el que me trajo a tu lado -agregó.
-Pero, ¿quién, o qué, eres tu? -volvió a inquirir atónito.
-Otra pregunta que no me es dable contestar en su totalidad. Aquí, como siempre en realidad, eres tú mismo quien debe encontrar las respuestas -respondió el otro sonriendo para agregar: - digamos que como tú, a quien le gustan los deportes extremos, yo también soy practicante de una actividad extrema, la mas extremas de todas. Contemplar. Practico el arte de ver.

El hombre no pudo disimular una leve sonrisa: -¿El arte de ver? Nunca lo encontré listado entre los deportes extremos. Convengamos que no parece tan arriesgado que digamos. Pero explícame por favor algo más, es obvio que tú no eres como yo.
-Estas muy equivocado. Pero mira, en realidad, no hay mucha diferencia entre nosotros a nivel espiritual, en nuestra mentalidad -le contestó el otro también esbozando una sonrisa-. Es sólo que yo vivo consciente a cada instante de la belleza del mundo, de su cualidad suprema: su inconmensurabilidad. De hecho, casi todos en ciertos instantes se parecen a mi. Casi todos alcanzan a rozar con más o menos frecuencia, más o menos profundamente, la noción de la inconmensurabilidad. Incluso hay muchos santos y sabios sobre la tierra que comparten mucho conmigo. La diferencia es que yo vivo continuamente en dicha consciencia, la cual permite realmente “ver”.
-Bueno, pero ¿qué pasará conmigo ahora? -preguntó el hombre.
-Tú ya no perteneces a tu antigua vida, a tu antiguo mundo. No puedo darte muchos datos, sólo que si lo decides, puedes cumplir mi misma misión. Tampoco puedo decirte mucho acerca de la misma, sólo que es quizá la más bella tarea, una tarea de enorme importancia para otros, pero difícil y sacrificada.
Yo te acompañaría en tal caso para ayudarte a convertirte en digno de tan bella empresa y para que finalmente pudieras llevarla a cabo.

El asintió inmediatamente, sin siquiera preguntar por las alternativas. En particular, le atrajo la posibilidad de ayudar a otros; ya había sido demasiado tiempo de egoísmo en su vida.
-Pero, no me has dicho aún quién eres. Dime al menos como dirigirme a ti -inquirió el hombre.
-Bien, ya que voy a ir contigo, puedes llamarme “Acompañante” -replicó el otro para agregar:- Bueno, ahora comenzaremos entonces con lo que llamo “visitas”: Observaremos, presentes en el lugar como seres inmateriales, algunos momentos ligados a tu materialmente exitosa vida actual y pasada. Su función es que medites acerca del camino tomado en tu vida terrenal para poder redimirte y renovar tu alma. Pero luego de cada una de esas “visitas”, deberás volver al prado para pasar algunos segundos, minutos, horas o días (ello depende de ti) contemplando aquél pequeño trébol que está a tu izquierda. Ya te he dicho que la actividad extrema que practico es la de contemplar. Y contemplar ese trébol será, en rigor, tu actividad fundamental por ahora. Ella te dirá si estás preparado, pues no alcanza sólo con las visitas. Solamente gastando, aniquilando tus pupilas en sus verdes hojas, sabrás si logras ser apto. Es más, ni bien logres percibir la suprema inconmensurabilidad de ese trébol, las visitas ya no serán necesarias.

Así, en primer término, juntos volvieron a la tierra para observar una escena de la niñez del ejecutivo, uno de aquellos gloriosos instantes cuando éste contemplaba extasiado el firmamento nocturno. Ante la inmensa ternura del niño que alguna vez fue, el ejecutivo sintió ahora una inenarrable sensación de amor por él y una nostalgia dulce y dolorosa. El niño pasado fué entonces para él un ser de gran belleza, un ser que despertaba en su alma lo mejor de sí. –Ya debemos regresar –le dijo el Acompañante, para instantáneamente reaparecer en el verde prado. La sensación con el niño fue tan bella y movilizadora que el hombre hubiera querido retenerla, infructuosamente como se retiene el agua entre los dedos. En cambio, la vuelta al prado con el trébol no fue muy productiva.

Ojalá alguna vez logremos que nunca mueran los niños. Que en los hombres por siempre perdure el niño que fueron. ¡Tan distinto sería así el mundo terrenal! Pero, como te dije, cada vez es más difícil. Tú mismo fuiste niño por mucho tiempo, un niño muy inteligente, un niño increíble, maravilloso. Un niño que, como casi nadie, prometía conservar por siempre su candor. Pero luego, tu inteligencia sólo buscó el éxito y olvidó la sabiduría. Tu, aún cuando me convocaste aquél último instante en el planeador por un intenso pensamiento similar al de recién, hacía varias décadas que me habías olvidado.

20/5/10

La Azafata




Siempre he considerado que mi peor defecto es el egoísmo. Esa conducta convertiría mi profesión en una curiosa y absoluta ironía, ya que los últimos ocho años de mi vida, me he dedicado básicamente a servir a otros. No ha sido una cantidad desdeñable. Varias decenas de miles de pasajeros en cientos de vuelos internacionales.

Aunque la mayoría de la gente común cree que la finalidad de la tripulación de un avión, es la de servirles comidas y bebidas, están en un error de juicio, causado por una evaluación superficial. No saben que la misión primordial de los tripulantes de cabina, para lo cual fueron entrenados, es la de mantener el orden y el control para cualquier eventualidad que ponga en situación de riesgo al vuelo, el avión o los pasajeros.

Al comenzar a trabajar como auxiliar de vuelo, me ví obligada a cambiar mi carácter por completo. Para dedicarse a esta profesión una tiene que demostrar una gran vocación de servicio y mucha amabilidad para lidiar con los pasajeros, quienes son la razón de ser de nuestra existencia a bordo de un avión. Cuando comencé a volar con mi primera aerolínea, tenía una forma de ser muy distinta a la que debería poseer el prototipo ideal de una azafata.

Fué así que ya desempeñándome como auxiliar de vuelo, decidí mejorar mi calidad humana y profesional. Comencé a anteponer las necesidades de otros por encima de las mías. Gracias a esta profesión llegué a recorrer y conocer tres continentes y decenas de ciudades alrededor del globo. Un sueño que jamás siquiera había imaginado y que probablemente nunca hubiera conseguido de haberme quedado en mi país.

Pese al tiempo limitado que las tripulaciones descansan en algunas escalas, para aguardar el regreso o la continuidad del vuelo, he cosechado muchos amigos por distintas ciudades del mundo. En algunos bares o clubes de las mismas , nuestro amigo el camarero, me servía las bebidas en copas con mi nombre grabado en ellas.

A pesar de que muchos crean que durante su carrera como azafata una ha experimentado las mas excitantes y aterradoras aventuras, viajando a miles de metros de altura, tendré que decepcionar a muchos, pues la mayoría de esas circunstancias no suelen ocurrir. En mi caso solo podría narrar un aterrizaje forzoso por fallas mecánicas, sin consecuencias, una muerte repentina y un intento fallido de suicidio de un pasajero. Ninguno del resto de los pasajeros se dió cuenta de lo sucedido, pues el vuelo estaba lleno, la mayoría de las luces iban apagadas y muchos ya dormían.
Tuve que sobreponerme inmediatamente al impacto de lo presenciado y volver a mi puesto en la parte frontal del avión.

Dado el elevadísimo nivel de seguridad que tienen hoy los vuelos, debido a las rigurosas inspecciones técnicas y exámenes de control a los cuales se someten las aeronaves y el personal, nuestras tareas terminan catalogándose como las del servicio y el confort y nosotras, involuntarias camareras del aire.

Hoy, el avión, es el medio de transporte mas seguro del mundo.
Cuando se produce un accidente de aviación, los medios de información, lo difunden dramática y repetidamente a todo el globo.
Nadie dice que diariamente mas de cien mil vuelos comerciales despegan de los aeropuertos del mundo y llegan a su destino sin novedad. Eso no es noticia. Es lo normal.

17/5/10

Aventura en el Aire




El esperado día por fin llegó. Habíamos reservado el avión más nuevo de la flota: un resplandeciente Cessna Skyhawk, impecable, certificado para volar por instrumentos con lo último en radios y equipo de navegación; era el orgullo de la escuela. El costo para rentar el avión era bastante alto pero al momento el costo era inmaterial, teníamos que dar una buena impresión a las muchachas y al mismo tiempo queríamos arribar en estilo a Atlantic City.

El día se presentaba claro, húmedo y caluroso; los cálculos de peso y balance estaban dentro de los límites establecidos, aparte que, propio de nuestra juventud, estábamos en forma, en la línea y sin extra peso que considerar. De cualquier manera, queríamos levantar vuelo antes de que la temperatura ambiente subiera, para evitar los efectos de la reducida densidad en el aire y el consiguiente deterioro en la eficiencia del pequeño avión.

Se decidió que Claudio volaría la primera etapa. Una vez abordado el avión, continuamos con la lista de chequeos. En una de las pausas escuchamos la voz de Mariela (la novia de Claudio) rezando muy quedamente e invocando a todos los santos.
Después de unos segundos de reflexión, no pudimos contener la risa y los cuatro reímos como tontos por unos cuantos minutos. Sobra decir que sirvió para relajarnos un poco de la tensión por la que estábamos pasando.

Entre las muchas preocupaciones del viaje, la mayor era la de mantener la distancia adecuada con la base de la fuerza aérea, la cual se encontraba exactamente bajo nuestra ruta de vuelo. Nuestros colegas militares son bastante celosos de su espacio aéreo y se ponen insoportables cuando inadvertidamente alguien vuela sobre su sector. No solo se tornan hostiles sino que le van con el cuento a las autoridades aeronáuticas. Algo así, nos arruinaría el paseo, por consiguiente queríamos evitarlo a toda costa.

Finalmente emprendimos vuelo con destino final al aeropuerto de Bader Field, en Atlantic City. Este era sin lugar a dudas, uno de los vuelos más simples y elementales posibles. Una vez que se rodeaban los aeropuertos de Newark y la antes mencionada base aérea, volando sobre la costa se llegaba al aeropuerto sin peligro de perderlo. Estimado tiempo de vuelo 50 minutos, distancia 86 millas. Pero, naturalmente, queriendo demostrar a nuestras acompañantes nuestro profesionalismo, habilidades y conocimientos aeronáuticos, empleamos métodos de navegación y comunicación, que dejarían en pañales a los astronautas americanos.

Verificando cada cinco minutos tiempo de vuelo, calculando la velocidad con tierra, combustible, posiciones, llamadas a Flight Service para tener la información más actual del tiempo y demás tareas, llegamos por fin a nuestro destino.

Bader Field era conocido por vientos cruzados y naturalmente no podían faltar en este viaje. Claudio realizó el aterrizaje apropiadamente y desembarcamos en la terminal sin ningún contratiempo. Una vez cerrado el plan de vuelo, alquilamos un coche y emprendimos camino para la playa seguido después por un almuerzo en el casino. Al cabo de unas cuantas horas, decidimos regresar a Newark.

Cuál seria nuestro malestar cuando saliendo del casino nos encontramos con el cielo cubierto y fuertes vientos. Una llamada a operaciones confirmó que los techos habían descendido, sin embargo las condiciones para volar visualmente continuarían. Lo inquietante era el viento, ya que estaba soplando con ráfagas de 20 nudos por hora.

Con mucha consternación, y después de poner en duda la reputación de los operadores de la oficina de Flight Service por habernos asegurado un día perfecto, reuní a la tripulación y pasajeros, quienes, con mirada vaga, ojos dilatados por el estrés y con semblante alarmado, declararon colectivamente que yo, y solamente yo, era responsable por el vuelo de regreso y que la decisión final de proseguir era enteramente mía.

Con temor de un inminente motín a bordo, decidimos persistir con el vuelo de regreso y minutos más tarde nos hallábamos en el aire. Atravesando los primeros 1.000 pies encontramos mediana turbulencia pero una vez alcanzada nuestra altura de crucero el viento se calmó como por arte de magia. La visibilidad y los techos estaban, igualmente, mejor de lo pronosticado. Una vez que todo estaba en calma, tomé un minuto para observar a nuestras pasajeras relajadas, chequeando el mundo exterior por la ventanilla del avión.

El arribo a Newark fué sin mayores complicaciones. Las abnegadas heroínas que nos acompañaron, contentas y el viaje, inolvidable.

14/5/10

Un Pájaro


Érase una vez un pájaro, adornado con un par de alas perfectas y plumas relucientes, coloridas y maravillosas. En fin, un ave hecho para volar libre e independiente, para alegrar a quien lo observase.

Un día, una mujer lo vió y se enamoró de el. Se quedó mirando su vuelo con admiración, con el corazón latiéndole más de prisa, con los ojos brillantes de emoción. Lo invitó a volar con ella, y los dos viajaron por el cielo en perfecta armonía.
Ella admiraba, veneraba, adoraba al pájaro.

Pero entonces pensó: "¡tal vez quiera conocer algunas montañas distantes!". Y la mujer tuvo miedo. Miedo de no volver a sentir nunca más aquello con otro pájaro. Y sintió envidia, envidia de la capacidad de volar del pájaro.
Y se sintió sola.
Y pensó: "voy a poner una trampa. La próxima vez que el pájaro venga no volverá a marcharse".

El pájaro, que también estaba enamorado, volvió al día siguiente, cayó en la trampa y fue encerrado en la jaula.
Todos los días ella miraba al pájaro. Allí estaba el objeto de su pasión, y se lo mostraba a sus amigas, que comentaban: "Eres una persona que lo tiene todo".

Sin embargo, empezó a producirse una extraña transformación: como tenía al pájaro, y ya no tenía que conquistarlo, fue perdiendo el interés.
El pájaro, sin poder volar ni expresar el sentido de su vida, se fue consumiendo, perdiendo el brillo, se puso mal, y ella ya no le prestaba atención, excepto para alimentarlo y limpiar la jaula.

Un día, el pájaro murió. Ella se puso muy triste, y no dejaba de pensar en él. Pero no recordaba la jaula, recordaba sólo el día que lo había visto por primera vez, volando contento entre las nubes.
Si profundizase en sí misma, descubriría que aquello que la emocionaba tanto del pájaro era su libertad, la energía de las alas en movimiento, no su cuerpo físico.

Sin el pájaro, su vida también perdió sentido, y la muerte vino a llamar a su puerta. "¿Por qué has venido?", le preguntó a la muerte.
"Para que puedas volar de nuevo con él por el cielo -respondió la muerte-. Si lo hubieras dejado partir y volver siempre, lo admirarías y lo amarías todavía más; sin embargo; ahora necesitas de mí para encontrarlo de nuevo"

10/5/10

Dedos Luminosos


De la punta de tus dedos salía una luz. No puedo reproducir en mi memoria el momento exacto en que la percibí, pero allí estaba. Nítida, brillante. Te echabas atrás el pelo que te caía sobre la frente, con naturalidad.
En un impulso, te lo dije. Te dije que las puntas brillantes de tus dedos me distraían de la conversación.

Me di cuenta de que para ti no constituía una novedad.
Con un poco de reticencia al principio, y después con más fluidez, empezaste a contarme que te habían mencionado el brillo que desprendían tus dedos cuando eras muy pequeño. Y que no eran sólo tus dedos; en ocasiones era todo tu cuerpo.
Después, como restándole importancia, me pediste que volviéramos a lo nuestro.

Volvimos. Seguiste desplegando tu teoría: había un gran Dios que lo gobernaba todo, pero cada sistema solar tenía su pequeño dios en el sol central. Los planetas del nuestro estaban habitados, sólo que la técnica terrestre aún no se había desarrollado lo suficiente como para detectar vida en ellos. Sin embargo, mencionabas siempre a ese planeta con recelo. Había algo en Plutón que te incomodaba.

Mientras te oía decir todo esto, las luces de tus dedos empezaron a alargarse primero, a ensancharse después, y finalmente abarcaron toda la habitación.
Miraste el reloj, se te había hecho tarde para tu clase en la facultad, y si tenías una falta más, tu madre no te lo perdonaría.

Me diste un beso apurado, y saliste. La luz se fué contigo. Pero quedó en el ambiente un intenso aroma a rosas, que yo no había percibido cuando estabas conmigo.
¿Quién eras? Eras mi amigo, seguro. Pero también eras muchas cosas más, Dedos Luminosos. Hoy, que ya no estás, mi mente sigue, inútilmente, buscando respuestas.

7/5/10

Quédate Conmigo



Que sea nuestro principio el sublime momento en que mi corazón abra de nuevo sus puertas, dejaré a la deriva mis sentimientos mientras navegamos por el mar del amor. Y puedes con agallas romperme los tejidos de la piel, puedes hacerme de nuevo sufrir que este valiente corazón planea su muerte mientras te piensa. Puedes someterme a la más inagotable prisión de la traición, que mi cuerpo llevará con ímpetu la bandera de una relación que de nuevo me hará llorar. Y si me quieres ver morir, y si de mí te quieres reír, no importa, quemaré hasta el ultimo deseo de defenderme ante el engaño y la mentira, iré atada de ojos a tu búsqueda y llegaré cansada de llorar por el desatino de ese amor que me dejó sin razón. Iré a buscarte y por ti calmaré mi sed de amor, serás mi inspiración y solo a ti te diré amor. Que sea nuestro principio el final de la tortura que me causó su traición y el remiendo de tu corazón que en algún momento por otra lloró… que sean mis noches la morada que por ti espera. Que sea mi deseo de besarte, el único que me envíe a tus labios y que sea tu saliva el sello de mi sentir y mí desear…

Llévame al infierno del desamor si es necesario, pero déjame amarte que me muero por besarte. Llévame al silencio de tus pensamientos, que con el olor a la gloria olvidaré que los seres son mentirosos y que su amor es momentáneo. Despídete de mi como quieras, mientras yo sueño con nuestro adiós, porque ya mi corazón sabe que cada amor tiene su tiempo y su perdón... Olvídate de los momentos juntos, mientras mi fiel sentimiento pega con retazos, los recuerdos que se llevarán mi cabeza cuando estés lejos.

Y ódiame por amarte en exceso, fastídiate de mis besos, olvídate de mis ojos que te mirarán sin recelo, mientras el silencio de la soledad después de tu partida, me hará escribirte una poesía y decirte en mi corazón que nunca te irás, aunque al final siempre sepamos que un nuevo amor podrá de nuevo llegar.

5/5/10

El Anillo




Una frenada inesperada, un golpe seco y una extraña sensación que nunca había sentido antes. Las sirenas de la ambulancia comenzaron a escucharse a lo lejos y la muchedumbre empezó a reunirse a su alrededor entre exclamaciones de horror.
Todo había sucedido muy rápido y su mente tuvo la visión en unos segundos de los acontecimientos de los últimos meses, hasta que poco a poco se fue apagando y ya no pudo ver nada.

Lo primero que recordó fue la visita a aquella vidente, él nunca había creído en esas cosas, sin embargo María le convenció para ir, ella pensaba que si iban a casarse y empezar una nueva vida lo mejor era saber que les iba a deparar el futuro, así que él no se opuso a acompañarla. Cuando llegaron a la dirección indicada se encontraron con una casa bastante antigua y descuidada. Una mujer vieja y desdentada les hizo pasar a una especie de sala de espera, tan llena de abalorios, velas y otros objetos “mágicos” que apenas tenían donde sentarse. No tuvieron que esperar mucho, aquella mujer les indicó mediante una seña que podían pasar a otra habitación más grande pero con una decoración similar a la anterior.

La vidente les esperaba sentada tras una mesa cubierta por un tapete rojo. Sin preguntarles nada, les tendió las cartas y les indicó que barajaran por turnos, luego echó las usadas cartas del tarot sobre el tapete rojo. Una vez hecha la tirada su cara parecía contrariada, volvió a repetir la misma acción. Miró a la pareja y les dijo que lo único que veía en las cartas era que un anillo iba a marcar su destino. Camino a casa, ambos iban bromeando sobre lo ocurrido, sin embargo María pensó que quizá deberían comprar un anillo de compromiso por si acaso, y así se lo dijo a Daniel.

Estuvieron varios días visitando joyerías, hasta que un día María se quedó prendada de un anillo. Era una pieza muy antigua, según les dijo el joyero, y por eso era más caro que otros anillos. Ellos no podían permitirse pagar tanto dinero, así que desistieron en la idea de comprarlo y ya que no habían encontrado ningún otro que les gustara lo suficiente decidieron que no comprarían ninguno. Sin embargo, ella no podía pensar en otra cosa que no fuera aquel anillo, estaba más nerviosa de lo normal y empezaron las discusiones con Daniel.

Al final, él decidió que conseguiría el dinero para comprar el anillo sin que ella se enterase, eso sería una gran sorpresa y así dejarían de discutir. El día que reunió el dinero, fué a la joyería donde lo habían visto, entró y compró el anillo que iba a marcar sus vidas. Al salir, de la tienda Daniel iba pensando en la ilusión que iba a hacerle a María cuando abriera la pequeña cajita, tan ensimismado iba en estos pensamientos que cruzó la calle sin mirar.
Días después, le entregaron a María un pequeña caja que se había encontrado en el bolsillo de Daniel.